El suicidio en adolescentes es un tema difícil de abordar. A menudo preferimos no hablar de ello, creyendo que al hacerlo evitaremos su ocurrencia. Sin embargo, los datos recientes en Castilla y León nos obligan a afrontar esta realidad de manera directa. El silencio no previene, la información y el apoyo sí.

Castilla y León: Datos que no podemos ignorar

En nuestra comunidad, los datos sobre suicidio juvenil son preocupantes. Aunque en términos absolutos las cifras pueden parecer pequeñas, lo cierto es que detrás de cada número hay un adolescente, una familia y una red que ha quedado rota. En 2022, Castilla y León registró un aumento de tentativas de suicidio entre adolescentes, y aunque las cifras exactas varían, la tendencia es alarmante a nivel regional y nacional.

El informe de la Consejería de Sanidad apunta a que el suicidio ya es la primera causa de muerte no natural en los jóvenes de 15 a 29 años. En España, el número de suicidios consumados en adolescentes ha aumentado en un 250% en los últimos 20 años, y la pandemia ha acentuado esta tendencia. En Castilla y León, algunos de nuestros adolescentes están sintiendo que no tienen otra salida.

Uno de los indicadores más preocupantes es el aumento en el uso de líneas de ayuda como el Teléfono de la Esperanza y el 024, la línea nacional de prevención del suicidio, que está operativa desde 2022. Según datos del Ministerio de Sanidad, en su primer año de funcionamiento el 024 ha atendido más de 100.000 llamadas, de las cuales más de 3.500 fueron situaciones de alto riesgo, donde la intervención rápida fue clave para evitar desenlaces trágicos. Estos números muestran que la necesidad de ayuda es urgente, y muchos adolescentes están recurriendo a estos servicios en momentos críticos.

¿Por qué nos cuesta tanto hablar de suicidio?

El suicidio sigue siendo un tabú. Nos aterroriza hablar de ello, quizás porque creemos que si mencionamos la palabra en voz alta, estamos dándole poder. Pero ignorar el tema no lo borra. De hecho, cuanto más lo ocultamos, más difícil es que quienes están sufriendo encuentren ayuda.

Los adolescentes son especialmente vulnerables porque están en un momento de su vida en el que las emociones son intensas y la capacidad de ver soluciones a largo plazo está aún en desarrollo. El silencio, la estigmatización y la incomprensión solo agravan el riesgo. Por eso, el primer paso en la prevención es romper ese silencio.

¿Qué está pasando con nuestros adolescentes?

El aumento en los casos de ideación suicida entre adolescentes es una tendencia global, y se atribuye a varios factores que afectan de manera particular a esta generación. ¿Por qué nuestros adolescentes se sienten tan abrumados? Existen varias razones que podrían explicar esta «epidemia silenciosa»:

  1. Presión social y académica: Los adolescentes sienten una enorme presión para alcanzar el éxito, tanto en la escuela como en su vida social. Las expectativas, en ocasiones, parecen inalcanzables, lo que genera ansiedad, estrés y sentimientos de insuficiencia.
  2. Impacto de las redes sociales: Las redes sociales pueden ser una fuente de angustia, ya que la constante comparación con los demás y el temor al rechazo o la exclusión social generan una gran inseguridad. Además, el ciberacoso es una realidad que muchos jóvenes enfrentan en el día a día.
  3. Desconexión emocional y soledad: Paradójicamente, aunque estamos más conectados que nunca gracias a la tecnología, muchos adolescentes se sienten profundamente solos. Las interacciones superficiales en línea no reemplazan el contacto emocional real, lo que deja a muchos jóvenes sintiéndose desconectados y sin apoyo.
  4. Pandemia y cambios globales: La pandemia de COVID-19 agravó esta situación, interrumpiendo el desarrollo social y académico de los adolescentes, aumentando la incertidumbre sobre el futuro y disparando los niveles de ansiedad y depresión. El aislamiento durante los confinamientos afectó especialmente a los jóvenes, que vieron reducidas sus oportunidades de socialización y acceso a recursos de salud mental.
  5. Falta de acceso a recursos de salud mental: A pesar de los avances en la concienciación sobre la salud mental, aún existen barreras significativas para que los adolescentes accedan a la ayuda que necesitan, especialmente en zonas rurales como muchas de las que conforman Castilla y León.

Lo que no estamos diciendo suficiente: las señales no siempre son claras

Se suele decir que quien quiere suicidarse da señales, pero esto no siempre es evidente. No todos los adolescentes verbalizan sus pensamientos, y muchos ni siquiera muestran los signos típicos de tristeza o desesperanza. En muchas ocasiones, el suicidio viene precedido de una pérdida de interés en actividades que antes les gustaban, cambios bruscos en el comportamiento, o incluso por la calma que llega cuando han tomado la decisión de acabar con su vida.

En este sentido, estar atentos no solo a los comportamientos, sino también a los cambios emocionales más sutiles, es crucial. Los adolescentes suelen tener dificultades para articular lo que sienten, y ahí es donde los adultos tenemos que entrar con empatía, no con juicio.

Prevenir el suicidio es posible: esto es lo que SÍ podemos hacer

Uno de los mitos más dañinos sobre el suicidio es la creencia de que no podemos hacer nada para evitarlo. La realidad es que la mayoría de los suicidios son evitables con la intervención adecuada y el apoyo correcto. Aquí van algunas claves que pueden marcar la diferencia en Castilla y León y en cualquier lugar:

  1. Escuchar sin prejuzgar: Nuestros adolescentes no siempre necesitan soluciones inmediatas. A veces, lo que necesitan es ser escuchados. Evitar respuestas como «no es para tanto» o «ya se te pasará» es crucial. Ellos necesitan saber que sus emociones son válidas, por muy exageradas que puedan parecernos.
  2. Romper el estigma en casa y en las aulas: En casa, en la escuela y en la comunidad, necesitamos hablar de salud mental de manera abierta y frecuente. Los adolescentes deben sentir que no pasa nada por decir que no están bien. Es importante incluir conversaciones sobre el suicidio como parte de la educación emocional en las aulas.
  3. Conectar, no controlar: Los adolescentes a menudo se quejan de que se sienten controlados o vigilados. Cambiar esa percepción de control por una verdadera conexión puede marcar la diferencia. Esto significa pasar tiempo con ellos, no solo preguntando por las notas o los estudios, sino mostrando interés genuino por sus intereses, problemas y relaciones.
  4. Eliminar el acceso a métodos letales: En Castilla y León, al igual que en otras regiones, muchas tentativas de suicidio se producen con acceso a medios como medicamentos o armas blancas. Reducir el acceso a estos elementos en momentos de crisis es una medida preventiva clave.
  5. Redes de apoyo accesibles y visibles: Si bien existen líneas de atención como el Teléfono de la Esperanza (717 003 717) y el 024, muchos adolescentes no conocen estos recursos o no saben cómo utilizarlos. Asegurarse de que esta información esté visible en colegios, centros de salud y redes sociales es esencial para que sepan que no están solos.

En Castilla y León, no estamos solos: recursos para la acción

Nuestra comunidad cuenta con recursos importantes para la prevención del suicidio, pero muchos siguen siendo infrautilizados. Es crucial que tanto padres como adolescentes conozcan estos recursos y sepan cómo acceder a ellos.

  • Teléfono de la Esperanza: Disponible para escuchar a cualquier persona en crisis. En 2022, el Teléfono de la Esperanza atendió más de 12.000 llamadas relacionadas con intentos o pensamientos suicidas en España, lo que refleja una necesidad creciente de apoyo emocional.
  • Programa 024: Línea nacional de atención al suicidio, disponible las 24 horas, donde se han gestionado ya decenas de miles de llamadas en situaciones críticas. Que recibe una media de 368 llamadas diarias.
  • Psicólogos escolares: Más allá de estar presentes en los centros, es fundamental que los adolescentes sientan confianza para acudir a ellos sin miedo a represalias o estigmas.

Una comunidad que cuida salva vidas

Es fácil sentir que no podemos hacer nada como individuos ante un problema tan grande como el suicidio adolescente. Pero como comunidad, nuestras acciones cuentan. En Castilla y León, al igual que en cualquier lugar, cada uno de nosotros puede hacer la diferencia para proteger a nuestros jóvenes: escuchando, conectando y ofreciendo un espacio seguro donde puedan expresarse y recibir ayuda.

El suicidio no es una opción inevitable. Hablemos de ello, escuchemos más y, sobre todo, estemos presentes. Nuestros adolescentes necesitan saber que hay caminos que no han explorado, que hay ayuda disponible y que, aunque la oscuridad parezca inmensa, siempre existe una salida.